Atrapada en el Infinito
Lo último que recuerdo es correr por la montaña, tropezar e ir directa hacia una roca.
No he chocado.
¿Qué está pasando? ¿A dónde estoy cayendo?
Tras unos angustiosos segundos, me estampo contra una especie de alfombra, y todo se vuelve negro a mi alrededor.
Capítulo 1
Abro los ojos, desorientada. He debido de darme un golpe bastante fuerte, me duele todo. Me incorporo a duras penas para mirar a mi alrededor, y lo que veo se me hace extrañamente familiar, pero a la vez amenazador: un conjunto de pasillos que parece una trastienda vacía y completamente abandonada. Me levanto y comienzo a caminar, en busca de una salida. A medida que voy avanzando por los pasillos, pienso que este lugar no debería ser tan familiar como lo es para mí, hasta que de pronto lo comprendo: ¡los backrooms!
Había visto estos pasillos una cantidad incontable de veces en internet, y había leído un poco sobre ellos en ciertas ocasiones. Sin embargo, nunca había hecho mucho caso sobre lo que se decía acerca de ellos, y ahora lo estoy lamentando con todo mi ser. Todo tiene sentido, he traspasado la realidad accidentalmente en el sitio equivocado, y ahora he llegado a este horrible lugar.
Intento rebuscar en mi memoria todo lo que alguna vez leí sobre este sitio de pesadilla. No estoy sola, el peligro acecha; creo que es posible moverse entre distintos niveles, pero no recuerdo nada sobre una salida a mi realidad.
Desesperada, saco mi teléfono móvil y abro el navegador para ver si puedo encontrar algún tipo de guía, olvidando por completo que no tendría sentido que hubiera cobertura de datos móviles aquí. Intento buscar redes Wi-Fi disponibles como último recurso, y para mi sorpresa encuentro una red abierta llamada "K38Suh9FH98mBKR". Me conecto y vuelvo a intentar buscar información, y esta vez encuentro una base de datos que al parecer pertenece a una organización llamada "M.E.G.", que contiene información muy valiosa.
Después de estar leyendo un rato, empiezo a ponerme cada vez más nerviosa a medida que voy comprendiendo con más profundidad qué está pasando. Como sospechaba, no hay salida conocida, aunque sí rumores, lo que me permitiría conservar la esperanza. Pero mi prioridad ahora mismo es abastecerme de agua de almendras, que es el alimento y medicina principal de aquí; y encontrar una salida a un nivel seguro, o conseguir unirme a un grupo o tribu; todo ello antes de que me atrape alguna entidad peligrosa. Llevo provisiones en mi mochila que me deberían permitir aguantar más o menos una semana en caso de no conseguir ningún tipo de alimento.
Antes de comenzar a andar, reparo en que el reloj de mi móvil marca las 4:72 AM, y estoy a punto de echarme a reír histéricamente, pero me contengo para evitar alertar a algún peligro potencial. Tengo que mantener la compostura.
Tras unos minutos, veo una figura humanoide en la distancia, y advierto que no tiene rostro: un faceling adulto. Según lo que he leído, no estoy en peligro mientras no lo provoque, cosa que absolutamente no voy a hacer. Paso de largo y sigo caminando, pero a pesar de saber que la criatura es inofensiva, no puedo evitar sentir un escalofrío recorrer mi espalda. Voy a necesitar bastante tiempo para adaptarme a este lugar.
Capítulo 2
Esta pesadilla no acaba nunca. Llevo cinco horas caminando y lo único que he encontrado ha sido dos cantimploras con agua de almendras, que he guardado en mi mochila. Pienso en mi familia y mis amigos, a los que probablemente jamás volveré a ver, y pienso en cómo la mayoría de ellos envejecerán viviendo vidas normales, mientras yo permaneceré aquí, siendo para siempre una chica de diecinueve años, un vago recuerdo para ellos. Estoy pensando en ello más de lo que debería, pero en estos pasillos infinitos es muy fácil abstraerse y sumirse en tales pensamientos.
Llega un momento en medio de estas reflexiones en el que no puedo más, las emociones me desbordan y rompo a llorar. Me agacho y escondo la cabeza entre las manos, y lloro ríos, lloro mares, lloro todo lo que puedo llorar por mí, por mis seres queridos, y por mi amada realidad a la que nunca volveré. Una parte de mí me reprocha mi debilidad y me dice que con esta actitud no tengo ninguna posibilidad de sobrevivir, pero me da igual, me da igual, me da igual.
Pasado un rato estoy más calmada, y me decido a seguir caminando, decidida a encontrar una entrada al Nivel 1 para establecerme en la Base Alfa del M.E.G. Yo sé que no quiero vivir aventuras aquí, y aunque mi curiosidad por estos sitios es poderosa, mi instinto de supervivencia lo es más.
Espera. ¿Estoy oyendo los llantos de una niña? A medida que avanzo se hacen más evidentes, hasta que la veo: una niña de unos siete años sentada, apoyándose en una pared, abrazándose las rodillas y llorando a pleno pulmón. Todavía no me ha visto.
Parte de mí dice que debo desconfiar, pero también siento un deseo de ayudarla. Es imposible para ella sobrevivir por sí misma a esa edad. Dudo un momento y al final decido ayudarla.
—¿Estás bien? —Le pregunto. La niña se da la vuelta y me mira con unos ojos como platos, se levanta a toda prisa y echa a correr dando gritos.
Tonta de mí, debí haber previsto que desconfiaría, al igual que yo desconfío en parte de ella. Pero no puedo dejarla sola, así que corro tras ella.
—¡Espera! ¡No te voy a hacer daño!
—¡Vete! ¡Monstruo malo! ¡No me comas!
¿Cómo voy a convencerla de que soy inofensiva? Puedo simplemente alcanzarla y sujetarla, pero eso posiblemente la asustaría mucho más de lo que ya está, y sería imposible razonar con ella. También puedo esperar a que se canse, pero probablemente conseguiría el mismo efecto. De repente se me ocurre una idea.
—¡Escucha! —Le digo. —Puedo alcanzarte muy fácilmente, ¿crees que no lo habría hecho ya si te quisiera comer?
Mientras corremos, la niña parece estar pensando lo que le acabo de decir.
—¡Sólo quiero ayudarte! —Insisto. —¡Para de correr, por favor!
—¡Para tú primero! —Me responde. Dejo de correr y la chica se da la vuelta, aparentemente sorprendida ante el hecho de que le haya hecho caso. —¿No me vas a comer?
Le digo que soy tan humana como ella y le intento explicar lo mejor que puedo dónde estamos, y por qué tenemos que llegar al Nivel 1. Ella me cuenta cómo llegó aquí. Es una historia similar a la mía, corría sin mirar por dónde iba y debería haber chocado con una pared, pero en lugar de ello símplemente cayó, atravesando la pared, y acabó en el Nivel 0, todo esto hace unas horas, por lo que deduje que llevaba menos tiempo que yo aquí. Se había encontrado con un faceling distinto al que me encontré yo, y eso le había llevado a la conclusión de que había monstruos aquí, y por lo tanto yo debía de ser otro monstruo.
Decido mantener a la niña conmigo, no sólo porque necesite ayuda, sino también porque poder hablar con alguien será clave para mantener la cordura.
—Por cierto, —dice —me llamo Lucía, ¿cómo te llamas tú?
—Me llamo Alba.
Capítulo 3
Hemos acordado caminar dándonos la mano para evitar perdernos. Yo he estado explicando a Lucía todo lo que sé de los backrooms y por qué debemos llegar al Nivel 1. Pasadas unas horas nos empieza a entrar hambre, así que nos sentamos en la alfombra y saco una lata de aceitunas grande que llevo en la mochila. Ahora que voy a tener que compartir mi comida calculo que me durará unos tres o cuatro días en lugar de una semana, hay que darse prisa.
—Pareces muy nerviosa, ¿te pasa algo?
¿Que si me pasa algo? Llevamos caminando lo que me parecen décadas sin encontrar una salida, me siento atrapada (básicamente porque estoy atrapada) y estoy muy cansada.
Estoy a punto de gritarle todo esto a Lucía, pero me detengo. La niña no se merece que le hable así.
—Sólo estoy un poco agobiada, no es nada.
—El sonido de las luces me asusta —Me dice tras una pausa —¿A ti no?
—Sólo me molesta, pero no hace nada —Es cierto, ¿cómo he podido ignorar el sonido de las luces tanto tiempo? Supongo que estaba tan centrada en otros problemas que mi cerebro ha descartado el sonido haciéndome ignorarlo completamente, independientemente de lo alto que suena —¿Quieres agua?
—Sí, gracias.
Es curioso, pero la responsabilidad de cuidar a alguien me ayuda a calmarme, me da una sensación de poder tener el control de la situación. Podemos salir de aquí.
—Tengo sueño, ¿podemos dormir?
—Voy a intentar quedarme despierta, pero si quieres puedes dormir. ¿Tienes frío? Tengo una manta en la mochila.
—Estoy bien, gracias.
Pasados unos minutos se duerme, y yo me quedo despierta leyendo la base de datos en el móvil. El tiempo no funciona de la misma manera que en la realidad de la que venimos, así que voy a tener que esperar a que Lucía se despierte de forma natural para saber si ha descansado lo suficiente. El reloj del móvil marca las 13:09 AM. A estas alturas ya me estoy preguntando cuanto falta para que vea una hora negativa.
Ahora que no estoy caminando, empiezo a relajarme, y en contra de lo que quería, me empiezo a sentir soñolienta. Este lugar es inquietante, pero a la vez extrañamente acogedor. De todas, maneras, necesitamos movernos.
—¡Alba! ¡Te has dormido!
Abro los ojos, confundida. No era un sueño. Ha sido una tontería albergar esa esperanza, claro que no es un sueño.
Me incorporo y me quito las legañas de los ojos lo mejor que puedo. Siempre me ha costado despertarme. ¿Cuánto tiempo llevo dormida?
—Buenos días —Me saluda Lucía —Me desperté y encontré una puerta rara, a lo mejor lleva al Nivel 1 y...
—Espera —La interrumpo —¿Te fuiste tú sola a explorar? No lo vuelvas a hacer, que puedes perderte muy fácilmente.
—¡No me he ido! Está justo detrás tuya, la vi al despertarme. Creo que no estaba antes.
—La habríamos visto, pero bueno, ahora está aquí. Vamos.
Caminamos juntas hasta la puerta, y antes de pasar, echo un último vistazo al Nivel 0. Espero no tener que volver ahí.
Capítulo 4
Mis ojos tardan un poco en acostumbrarse a la oscuridad, y cuando lo consigo, veo que me encuentro en una especie de almacén con muchos charcos en el suelo. Lo hemos conseguido, estamos en el Nivel 1. Miro a mi derecha, Lucía no está ahí. Oh no.
—¿Lucía? —Llamo. Empiezo a andar pero, para mi sorpresa, escucho una respuesta.
—¡Estoy aquí! —Me giro y encuentro a la niña agitando los brazos —¡Hemos llegado!
Qué alivio.
La vuelvo a tomar de la mano y caminamos en busca de la Base Alfa. Al poco rato encontramos una caja. Según lo que sé, estas cajas suelen contener una mezcla de elementos valiosos e inútiles, pero deben ser abiertas con precaución, así que le digo a Lucía que se esconda detrás de una columna por si acaso.
Tras unos segundos de vacilación, abro la caja y encuentro cosas de todo tipo: una botella de agua de almendras, una pistola descargada, cinco monedas idénticas que no he visto nunca, una cinta de esparadrapo y un bote de exterminador de smilers. Le digo a Lucía que puede acercarse y, cuando lo hace, me pregunta para qué sirve cada cosa, y lo voy explicando mientras meto cada objeto en la mochila.
Después de caminar por un rato, las luces se apagan, lo que significa que estamos en peligro.
—No te separes de mí —Le digo a Lucía mientras saco mi linterna a toda prisa —Mientras tengamos luz no nos atacarán.
Tras unos segundos, la luz vuelve. Guardo la linterna y seguimos andando. Me doy cuenta de que encontrar la base va a ser más difícil de lo que había previsto. Pero lo haremos, por nuestro propio bien.
Capítulo 5
Me equivocaba, encontrar la base no es difícil. Han bastado cinco minutos caminando en línea recta para encontrar un conjunto de tiendas de campaña con varias personas caminando o haciendo guardia. Las dos corremos hasta el guardia más cercano. Cuando llegamos, nos detenemos para recuperar el aliento.
—Hola —Saludo —¿Es esta la base alfa del M.E.G.?
El hombre responde en un idioma que no he escuchado nunca. Al ver que ni Lucía ni yo le entendemos, resopla y nos hace señas para que esperemos aquí. Acto seguido se marcha, y mientras se va, me doy cuenta de que el hecho de que mi primer encuentro con una persona en los backrooms haya sido con una persona que habla mi idioma ha sido una casualidad muy grande.
—Algo me dice que no te ha entendido —Comenta Lucía sarcásticamente. Escuchar a una niña pequeña ser tan irónica me hace mucha gracia, y sin hacer un esfuerzo por detenerlo, me echo a reír, y ella se ríe también, y nos quedamos un rato soltando carcajadas ante la atónita mirada del resto de la gente. Sienta bien volver a reír.
Pasados unos minutos el guardia de antes vuelve con otra persona, y se marcha, dejándonos con un chico que aparenta los dieciséis años, pero que probablemente lleve mucho más tiempo aquí. Este nos saluda en nuestro idioma y dice:
—Bienvenidas a la base alfa. Me llamo Yahir Méndez, y me dedico a recibir a gente que viene aquí desde cualquier parte de los backrooms. Si queréis estableceros aquí, tenéis que seguirme primero.
Yahir nos conduce hasta una tienda bastante grande, y una vez dentro, me pide que abra mi mochila. Lo hago y la dejo sobre una mesa para que él saque todo lo que hay a su ritmo. Quiero poder quedarnos en un sitio seguro, así que tengo que mostrarme cooperativa por completo.
Yahir ve la pistola descargada y sonríe con satisfacción.
—Eres afortunada —Me dice —No muchos tienen armas para defenderse en su camino hasta aquí. ¿De dónde la sacaste?
—La encontré en una caja de este nivel.
—No tiene balas —Apunta Lucía —Así que no sirve.
—Aunque no tenga balas, puede ser útil. Cógela, ¿ves cómo pesa? Si le pegas a alguien en la cabeza le harás mucho daño.
Yahir pone la pistola a un lado y sigue revisando el contenido de la mochila. Cuando ve el exterminador de smilers arquea una ceja.
—¿De dónde has sacado esto?
No suena acusador, sólo intrigado.
—Estaba dentro de la caja, ¿no es normal? —Pregunto.
—Las latas de exterminador de smilers se suelen encontrar en los niveles 3, 26 y 788; y a veces, en los niveles negativos como en -42. Eres la primera persona que encuentra uno en una caja del nivel 1.
—¿Eso es bueno o malo? ¿Me vais a interrogar o algo?
—Tranquilízate —Me dice riendo —El bote es tuyo. Sólo voy a informar a mis superiores para que lo investiguen, nada más. Espera, ¿estas latas...?
Saca una lata de garbanzos y la mira con una mezcla de interés y nostalgia.
—Llevo doce años sin probar la comida de los frontrooms. La verdad es que lo echaba de menos.
Caigo en la cuenta de que la comida que llevo en la mochila es lo último que me queda de mi hogar. Sé que es absurdo apegarse a unas latas de esa manera, pero algo dentro de mí me incita a conservarlas. Decido apartar esos sentimientos, voy a necesitar la comida.
—Me encantaría comer esto otra vez. ¿Podemos compartirlo a la hora de la comida?
Negarse sería un acto despreciable por mi parte. Yahir nos ha recibido en un sitio seguro con los brazos abiertos, sin tratarnos como extraños, y ha sido muy educado. Si yo estuviera en su lugar habría devorado el contenido de las latas sin preguntar. No me llego a imaginar lo que es pasar doce años sin tener contacto con nada de los frontrooms.
—Claro, ¿cuánto falta para comer?
—Ay, es verdad. Cuando decimos "la hora de comer" nos referimos a cuando tenemos hambre. Aquí no existe el tiempo como tal, aunque se puede medir de una manera aproximada mentalmente.
Recuerdo la primera vez que me fijé en la hora de mi móvil.
—¡Es verdad! —Exclamo —Mi móvil marcaba horas que no existen —Digo mientras saco el teléfono para enseñarlo, pero Yahir me baja el brazo.
—No le prestes atención, obsesionarse con estas cosas no es bueno.
Me mira a los ojos, como si lo hubiera visto. O tal vez lo haya vivido.
—Tenemos que anotaros en el registro —Dice mientras saca su teléfono móvil —Empezaré con la pequeña. ¿Cómo te llamas?
—Lucía.
—¿Tu apellido?
—Charco.
—Lucía Charco... —Dice mientras apunta —¿Cuántos años tienes?
—Nueve.
Es curioso, yo había asumido que tenía dos años menos de los que tiene. Ahora me pregunto si Yahir tiene dieciséis años físicos o me he vuelto a equivocar.
—Vale, ya está —Dice —Ahora vamos contigo. Te llamas Alba, ¿verdad?
—Sí, Alba Pastor —Respondo —¿Cómo lo has sabido?
—Está escrito en la etiqueta de la mochila. ¿No te habías dado cuenta?
—Tengo esta mochila desde hace mucho tiempo, llegó un momento en el que dejé de prestarle atención.
—Bueno, ¿tu edad?
—Diecinueve años.
Yahir termina de apuntar y guarda el móvil.
—Hemos terminado, podéis ir a dar un paseo o lo que queráis. Si queréis quedaros a vivir aquí, tenéis que pedir una tienda en la recepción. Hay de todo allí, os recomiendo conseguir una lámpara y balas para la pistola si queréis explorar. Nos vemos luego.
Cuando estoy a punto de salir de la tienda, me dice:
—Oye Alba, no te olvides de lo de la comida.
—Tranquilo, cuando quieras comemos —Respondo sonriente.
Quizás este lugar no esté tan mal.
Capítulo 6
He dejado a Lucía jugando con otros niños que hay por aquí mientras voy a la recepción. Me pregunto si quien sea que se encarga de atender a la gente sabe hablar español, pero confío en que pueda conseguir todo lo que Yahir me ha recomendado que coja.
Entro en la tienda e intento preguntar por las lámparas, pero como me temía, el dependiente no me entiende. Intento hacer señas lo mejor que puedo, hasta que el hombre me hace señas para que espere. Este saca una especie de walkie talkie y dice un par de cosas en... ¿turco? No lo sé. Imagino que ha llamado a un intérprete.
Una mujer entra en la tienda y pregunta:
—¿Hay algún problema?
—No —Respondo —Es sólo que necesito conseguir unas cosas, pero no hablamos el mismo idioma.
La mujer actúa de intérprete entre el dependiente y yo. Consigo una tienda de campaña, una lámpara y varios cartuchos de balas. Al final, pido también un teléfono móvil para Lucía, para que pueda comunicarse conmigo si nos separamos.
—Los móviles que tenemos aquí vienen con una aplicación muy útil —Me explica la mujer —Instalamos receptores en todos los niveles que hemos podido para que cualquiera con estos teléfonos pueda saber en qué nivel se encuentra.
Salgo de la recepción y voy a donde están los niños. Le doy el móvil a Lucía y le digo que cuando tenga hambre me llame, y me voy a montar la tienda en otro lado.
Cuando termino de montar la tienda, las luces se apagan. No hay motivo para entrar en pánico, estoy dentro de la base, está bien asegurada. Llamo a Lucía para comprobar que no se ha movido de donde está.
—Nos hemos metido en la tienda de Yahir, por si acaso —Me dice.
Todo está bien. No pasa nada.
O eso creía.
A lo lejos, escucho el grito de un adolescente. Veo que le está persiguiendo un smiler, y por cómo está actuando, comprendo que no tiene ni idea de cómo defenderse de él. No le culpo.
Intento gritarle que tire su linterna hacia un lado y que venga hacia donde estoy, pero no me ve ni me oye. Tengo que actuar.
Corro hacia el smiler y enciendo mi linterna para llamar su atención, con éxito. Se olvida del chico y va hacia mí. Es el momento.
Saco el exterminador de smilers y lo rocío con el, a la vez que apago mi linterna. Esto debería desorientarlo por unos momentos. Agarro del brazo al chico, paralizado por el miedo, y corremos hasta la base.
—Respira —Le digo —Aquí estás a salvo.
Las luces se encienden y veo a Yahir corriendo hacia mí.
—¡Alba! —Me llama —¡Eso ha sido genial! ¿Cómo has sabido qué hacer?
—Sólo sabía que tenía que sacar a este chico de ahí.
Éste empieza a hablar en inglés. Me da las gracias y dice que se llama Carl. Nos explica que acaba de llegar y no sabe lo que está pasando.
—Ya tendremos tiempo para explicártelo —Respondo lo mejor que puedo en inglés —Por ahora, consigue una tienda de campaña ahí y establécete.
Lucía me llama y me dice que tiene hambre, así que voy con Yahir hasta donde está ella, y nos sentamos a comer.
Cuando le sirvo una lata de lentejas a Yahir, este empieza a comerlas a toda velocidad.
—¡Pero hombre, no vayas tan rápido, que te va a dar algo! —Digo entre risas —No sabía que te gustarían tanto.
—Siempre las he odiado —Me contesta —Pero me da igual.
—Creo que debería recomendarte para el programa de instrucción de operarios —Dice después de un rato.
—¿Cómo?
—Salvaste a Carl de un smiler sin ninguna preparación previa, llevando dos días aquí. Mantuviste la calma y cumpliste al pie de la letra con el protocolo ante los smilers. Eres buena en esto.
Me siento halagada, pero a la vez un poco cohibida. No estaba preparada para que me dijera esto.
—Vale, como quieras —Respondo, sin más.
A lo mejor es verdad, quizá se me de bien eso. Y ya que lo más seguro es que nunca salga de aquí, por lo menos podré hacer algo útil.
Capítulo 7
Estoy atrapada. Otra vez.
Y este sitio está plagado de entidades. No quiero morir, no quiero.
Socorro.
Estoy en el nivel 188. Sí, ese hotel infestado del que sólo se puede salir por la ventana en la que entraste, y además no siempre. Sería mucho más fácil si al menos recordara la ventana por la que entré, pero en el momento en el que llegué me empezó a perseguir de todo. Estoy acurrucada escondida en una esquina, con el corazón latiéndome con fuerza e intentando aceptar mi inminente muerte.
Por lo menos Lucía está a salvo. Normalmente exploramos niveles juntas en busca de caminantes perdidos, ella demostró ser una chica muy observadora, y además su tamaño le ayuda a meterse por huecos pequeños; así que me convertí en la única exploradora cuyo traje tiene una red para llevar una niña a la espalda.
Pero ahora estoy sola. Sola, asustada, y a punto de morir.
Mi última esperanza es mandar un mensaje de socorro, así que eso hago.
No hay Wi-Fi en este nivel, así que mando un mensaje por radio. Apenas consigo decir que estoy en peligro antes de que una entidad que no logro identificar me encuentra y me obliga a huir. No le desearía esto a mi peor enemigo.
Creo que estoy escuchando mi nombre. Pero no puede ser.
Creo que me estoy volviendo loca.
—¡Alba, por aquí!
¡Es Yahir! Está agitando los brazos desde una ventana. Pero no puede ser, tengo que estar alucinando.
O es una trampa.
Pero no me queda otra. Si me quedo aquí, moriré indudablemente; pero si paso por la ventana, tengo alguna posibilidad de sobrevivir.
Escalo la pared a toda prisa, y cuando llego a la ventana, Yahir me agarra por las muñecas y tira de mí, y así salgo del nivel.
—¿Estás bien? —Dice Yahir, acercándose a mí. Saco mi cuchillo y le apunto con él. Retrocede con una mirada de confusión y miedo.
—No me puedo fiar de ti hasta que lleguemos a un sitio seguro. No te acerques —Digo, muy despacio.
Yahir levanta las manos, diciendo:
—Lo comprendo.
Parece apenado, y en realidad lo que quiero es abrazarlo y echarme a llorar, pero no puedo. No debo.
Estamos en una zona que no he visto nunca. Es una especie de habitación infinita, donde sólo hay blanco por todas partes. Al parecer lo único que existe es la ventana por la que acabo de salir.
—¿Pero esto qué es?
—En cuanto recibimos tu mensaje intenté noclipear para salvarte. Ha sido muy arriesgado por mi parte, ¡pero ha funcionado!
—Un momento, ¿noclipear?
—Sí. El noclip es una técnica prohibida que sólo se debe usar en casos de absoluta emergencia. Es la manera por la que todos entramos en los backrooms, casi siempre por accidente.
—Sé perfectamente lo que es el noclip —Digo enfadada —¿De verdad te has arriesgado a usarlo? Podrías haber acabado en un sitio mucho peor que el mío.
El noclip es la técnica usada para traspasar la realidad. Está prohibido porque sus resultados son muy impredecibles, es posible llegar a sitios peores que los backrooms.
—Alba —Dice Yahir —Llevo estudiando el noclip desde que llegué aquí. Existe un patrón que terminas comprendiendo, y consigues usarlo a tu favor. Y me temo que vamos a tener que usarlo para salir de aquí.
De repente encuentro la explicación a por qué Yahir puede moverse tan rápido y con tanta soltura entre los distintos niveles. Es un maestro del noclip. Pero yo no quiero hacer noclip. Para empezar, no sé cómo se hace; y para continuar, es muy peligroso.
Yahir dibuja una equis en el suelo con una tiza y dice:
—Hacer noclip en esta posición nos debería llevar a The Hub. El sitio a donde te trasladaste, ¿no? —Hace una pausa al ver mi expresión —Tú tranquila, sólo tienes que caer de la misma manera en la que entraste a los backrooms por primera vez. Si quieres, lo haré yo primero.
Yo caí de cabeza en una roca. ¿Es así como voy a tener que tirarme hacia esa equis?
Yahir salta de costado sobre la equis, y en lugar de chocar, traspasa la pared limpiamente, dejándome sola aquí.
Contemplo la equis fijamente, y tras unos segundos de vacilación, respiro hondo y me lanzo de cabeza.
Es igual que la primera vez. Tras unos segundos, choco contra el suelo.
Me incorporo, dolorida, y veo que Yahir tenía razón. Estoy a salvo.